diumenge, 26 de gener del 2014

Lectures i homilia del diumenge 3 de durant l’any

Jesús ya no es anuncio, no es profecía, sino que es realización y cumplimiento de todo aquello que habían anunciado los profetas.
P. Joan Amengual Jaume
Lectura del llibre d’Isaïes (Is 8,23b-9,3)
En temps passat, el Senyor humilià el país de Zabuló i de Neftalí, però a la fi dels temps enaltirà el camí del Mar, l’altra banda del Jordà, Galilea dels pagans. El poble que avançava a les fosques ha vist una gran llum, una llum resplendeix per als qui vivien al país tenebrós. Els heu omplert de goig, d’una alegria immensa; s’alegren davant vostre com la gent a la sega, com fan festa els vencedors quan reparteixen el botí. Heu trossejat el jou que li pesava, la barra que duia a l’espatlla i l’agulló del qui l’arriava; tot ho heu trossejat com al dia de Madian.
Lectura de la primera carta de sant Pau als cristians de Corint (1Co 1,10-13.17)
Germans, pel nom de Jesucrist, el nostre Senyor, us demano que aneu d’acord i que no hi hagi divisions entre vosaltres; estigueu ben units en una sola manera de pensar i en un sol parer. Perquè alguns de la casa de Cloa m’han parlat de les desavinences que hi ha entre vosaltres. Vull dir que cadascú de vosaltres afirma: «Jo sóc partidari de Pau», «Doncs jo, d’Apol·ló», «Jo, de Quefes», «Jo, de Crist». Com és això? El Crist està dividit? És que Pau ha estat crucificat per vosaltres o heu estat batejats en el nom de Pau? Crist no m’ha enviat a batejar, sinó a anunciar l’evangeli, i a fer-ho sense recórrer a un llenguatge de savis, perquè la creu de Crist no perdi el seu valor.
Lectura de l’evangeli segons sant Mateu (Mt 4,12-23)
Quan Jesús sentí a dir que Joan havia estat empresonat, se’n tornà a Galilea, però no anà a viure a Natzaret, sinó a Cafar-Naüm, vora el llac, a la regió de Zabuló i de Neftalí, perquè s’havia de complir allò que anunciava el profeta Isaïes: «País de Zabuló i de Neftalí, camí del mar, l’altra banda del Jordà, Galilea dels pagans: El poble que vivia a les fosques ha vist una gran llum, una llum resplendeix per als qui vivien al país tenebrós.» Des d’aquell temps Jesús començà a predicar així: «Convertiu-vos, que el Regne del cel és a prop.»
[Tot vorejant el llac de Galilea, veié dos germans, Simó, l’anomenat Pere, i Andreu. Estaven tirant el filat a l’aigua, perquè eren pescadors, i els digué: «Veniu amb mi, i us faré pescadors d’homes.» Immediatament abandonaren les xarxes i se n’anaren amb ell. Més enllà veié altres dos germans, Jaume i Joan, fills de Zebedeu. Eren a la barca amb el seu pare, repassant les xarxes, i Jesús els cridà. Ells abandonaren immediatament la barca i el pare, i se n’anaren amb ell. I anava per tot Galilea, ensenyant a les sinagogues, predicant la bona nova del Regne i guarint entre la gent tota malaltia.
Homilia:
Queridos hermanos, durante un tiempo, en la Navidad, el evangelista nos ha ido presentando el nacimiento y la infancia del Señor, aquel tiempo que terminaba con el domingo del día del Bautismo del Señor. Y nos encontramos en estos primeros domingos del tiempo ordinario litúrgico con la presentación del Reino de Dios que Jesús, una vez que se ha enterado de que Juan el Bautista, su precursor, ha sido encarcelado, comienza a anunciarlo.

Y, esto es significativo también, que nos demos cuenta de que la primera lectura del Antiguo Testamento, en este caso del profeta Isaías, está siempre anunciando aquello que en Jesús se va a realizar en plenitud. Jesús ya no es anuncio, no es profecía, sino que es realización y cumplimiento de todo aquello que habían anunciado los profetas. Y es también significativo que caigamos en la cuenta, no solamente de lo que Jesús dice o hace cuando comienza a predicar el Reino de Dios o en el desarrollo de toda su actividad misionera, sino que también es significativo que caigamos en la cuenta en las circunstancias que rodean esta predicación y estas obras de Jesús.

En el libro de Isaías, cuatro siglos antes de la venida de Jesús, se hablaba de la tierra de Zabulón y de Neftalí, de la Galilea de los gentiles. Era una tierra que había sido humillada con las invasiones de otros pueblos y a la que el profeta le anuncia que sobre ella va a venir una luz que la va a liberar de esa situación, de su sufrimiento y de su esclavitud y que la va a traer la alegría de la salvación. Es en Galilea de los gentiles, una tierra fronteriza en el extremo del pueblo judío, que no solamente había sido objeto, a veces, de invasiones de otros pueblos paganos, sino que en tiempos de Jesús era una tierra que no era ni mucho menos el centro ni religioso ni político del pueblo judío, que se encontraba en Jerusalén, como saben. Sin embargo Jesús comienza también su predicación y el anuncio del Reino de Dios en esta tierra, la Galilea de los gentiles; deja, verdad, su aldea y empieza a predicar en Cafar-Naüm, junto al lago de Genezaret, y es allí donde el Señor va elegir a los primeros discípulos. Como decía antes era Galilea una tierra fronteriza de lugar de paso hacia otros pueblos, donde convivían, pues, otras gentes paganas que habían venido de otros lugares y que convivían también con aquellos judíos fieles al Dios de la Alianza, al Dios Yahvé. Entonces era, también, una tierra de contaminación pagana donde no se vivía, así pensaban, verdad, los auténticos judíos, con toda fidelidad la fe en el Dios de la Alianza; y tanto es así que muchas veces, pues, los judíos que se consideraban más auténticos y más fieles despreciaban aquella Galilea de los gentiles. Y ahí es donde Jesús empieza a predicar.

Muchas veces el papa Francisco dice que la Iglesia tiene que salir a las periferias. Periferias son lugares geográficos a veces, pero otras veces son lugares también espirituales o personales donde se encuentra acaso la increencia, donde se encuentra la contaminación de la fe verdadera con ideas mundanas de consumismo, de hedonismo, de en definitiva el culto al dios del dinero y del consumo… una mezcla de muchas cosas. Por tanto también muchas veces nosotros, que nos consideramos cristianos de mucho tiempo, hemos de pensar que esta Palabra nos viene también a nosotros, nos advierte de que nuestra fe muchas veces no es tan pura como nos podemos creer. Y que Jesús precisamente salió a esos lugares más apartados que eran despreciados por los auténticos o verdaderos (entre comillas) creyentes del pueblo de Dios.

Y es significativo también en este evangelio, hermanos y hermanas, que Jesús es ahí también cuando elige a sus primeros colaboradores, sus primeros discípulos. Jesús, evidentemente el hijo de Dios, podría haber realizado el proyecto de Dios de otra manera para la humanidad, para redimirnos, para salvarnos. Pero el proyecto de Dios fue desde el principio la realización en la sencillez, en la humildad, en el abajamiento, en la solidaridad con la condición humana, incluso con esa condición humana más humilde, más pobre. Y por eso Jesús también allí en Galilea se va a reunir, va a llegar a sus primeros discípulos que son unos pescadores, Pedro y su hermano Andrés; después nos habla de otros dos, Santiago y Juan; y el Señor irá llamando a otros hasta completar el número de los 12. Y nos hemos de dar cuenta que también el Señor no elige allá en Jerusalén, allá en el Templo, a sus discípulos, ni elige gente de la aristocracia, de la intelectualidad, del saber y del poder, sino a unos humildes pescadores y campesinos que seguramente no sabían ni leer ni sabían mucho de las escrituras que predicaban los maestros, los letrados y los fariseos. Pero ellos, dice el Evangelio, lo siguieron de inmediato (nos dice: “dejaron las redes y a su padre y lo siguieron”). Es cierto que ese seguimiento tan de inmediato, sin poner a prueba y no escribir nada, nos puede sorprender, pero tengamos en cuenta, hermanos, que el Señor cuando llama sabe también, igual que lo sabía de aquellos discípulos, de sus debilidades, de sus inconsecuencias, de sus negaciones, que a veces también lo negaron incluso hasta el momento de su muerte en la cruz.

Por eso, lo que mejor podemos agradecer en este día es que también nosotros, en esa lista inmensa de todos aquellos que nos han precedido y que comenzó con aquellos 12 discípulos, a los cuales el Señor eligió en Galilea, también nosotros hemos sido llamados a seguirle mediante la fe. Todos nosotros, como decía el apóstol Pablo somos llamados para seguir únicamente a Cristo, superando todas las divisiones o barreras que a veces nos enfrentan, de un tipo o de otro. San Pablo advertía de una manera severa a aquella comunidad que a veces se reunía para celebrar la Eucaristía y entre ellos, sin embargo, había grandes divisiones; y les dice: así no podéis celebrar la Eucaristía, así sois un contra signo para aquellos que os ven.


Pues bien hermanos, nosotros como cristianos como nos dice san Pablo, no somos llamados a seguir ni a Pablo, ni a Apolo, ni a otro apóstol como Pedro, o cualquiera otro. En la sucesión de los apóstoles y de los primeros discípulos del Señor hemos sido llamados, nosotros, todos, desde el Papa al último cristiano que haya sido bautizado, como nos decía hoy el apóstol Pablo, para que sigamos a Cristo. El único Cristo, como nos decía el apóstol Pablo, no está dividido. En él únicamente hemos sido bautizados y de él hemos recibido su Espíritu, para que este Espíritu que el Señor nos ha dado continúe la acción, la presencia del Reino de Dios que el Señor, allá entorno al lago de Galilea, comenzó acompañado de aquellos humildes apóstoles que eran el núcleo original de la Iglesia, Iglesia de la que somos parte y que continuará según la promesa del Señor hasta el fin de los tiempos.